martes, 4 de agosto de 2009

Estatuas II

El más ilustre de los muertos,
El más completo de los difuntos,
Asqueado de tanto cementerio,
De cadáveres que no responden
Ensimismados en su mundo de silencio,
Decidió, por las facultades que le fueron conferidas,
Regresar nuevamente a la vida.

Caminó por barrios repletos de personas,
Entró en los museos donde se exhiben
Copias perfectas del traje que usara el penoso día.
Pidió limosna en la calle que inmortaliza su nombre,
Pero nadie supo reconocerlo, casi nadie lo conocía.
Tomó algunos tragos en un bar hasta hastiarse.
El muero grande, como todos los de su talla,
Termino solo en un parque.
Se trepo en un muro, venció al mareo,
Sin decir palabras, se volvió una estatua.
Ahora lo admiran y respetan,
No faltan las flores en su día, los discursos y poemas en su nombre,
Al hombre que no entendió la vida ni la muerte,
Al más ilustre de los difuntos
Que se volvió una estatua,
Hastiado de tanto cementerio.

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